Siempre ha sido un símbolo del sol de Hollywood: una rubia de aguda inteligencia y sonrisa contagiosa. Pero en el nuevo número de Harper’s Bazaar UK, Reese Witherspoon, de 49 años, muestra otro lado de sí misma: honesto, maduro, auténtico.
Siempre ha sido un símbolo del sol de Hollywood: una rubia de aguda inteligencia y sonrisa contagiosa. Pero en el nuevo número de Harper’s Bazaar UK, Reese Witherspoon, de 49 años, muestra otro lado de sí misma: honesto, maduro, auténtico.
Frente al objetivo del icónico fotógrafo Alexi Lubomirski, la actriz posa con outfits de Alexander McQueen, Ermanno Scervino, Stella McCartney, Celine y Nina Ricci. Cada detalle resalta su elegancia interior y esa confianza que no llega con la juventud, sino con la experiencia.
En la entrevista para Harper’s Bazaar, Reese habló abiertamente por primera vez en mucho tiempo sobre uno de los momentos más difíciles de su vida: la depresión posparto tras el nacimiento de su hija Ava.
Tenía solo 23 años. En la pantalla, una estrella radiante; en la vida real, una mujer que no dormía por las noches y no entendía por qué la felicidad de la maternidad se mezclaba con la desesperación.
“Fue muy difícil. Durante los primeros seis meses estaba feliz y deprimida al mismo tiempo. Lloraba todo el tiempo, no dormía, estaba agotada… Fue un bajón hormonal que no esperaba.”
Estas palabras no son solo una confesión. Son un acto de apoyo para miles de mujeres que viven lo mismo, pero tienen miedo de hablar de ello.
Hoy, Reese es una actriz exitosa, productora, madre de tres hijos y una figura inspiradora para mujeres de todo el mundo.
Pero su fuerza no reside en “hacerlo todo”. Su fuerza está en la honestidad.
No oculta sus debilidades, sino que las convierte en una fuente de comprensión y apoyo para los demás.
Por eso, su sesión fotográfica no parece una demostración de lujo, sino el retrato de una mujer que ha atravesado la tormenta y ha salido aún más brillante.
A sus 49 años, Reese Witherspoon no solo luce espectacular: irradia una paz interior, esa serenidad con la que sueña toda mujer cansada de la eterna carrera por alcanzar un ideal.
En cada imagen hay una historia de aceptación de sí misma.
Una historia de cómo la madurez no es perder la juventud, sino encontrar el verdadero “yo”.

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