Cuando eres Adriana Lima, no solo apareces — regresas para dejar al mundo sin aliento. Y el verano de 2025 es, oficialmente, su territorio. Vogue China le ha dado no una, sino dos portadas, y cada una de ellas es un manifiesto: la madurez es poder, no una disculpa.
Cuando eres Adriana Lima, no solo apareces — regresas para dejar al mundo sin aliento. Y el verano de 2025 es, oficialmente, su territorio. Vogue China le ha dado no una, sino dos portadas, y cada una de ellas es un manifiesto: la madurez es poder, no una disculpa.
En un mundo donde la industria del glamour todavía le teme a los números “después de los 30”, Lima se presenta con una postura, una mirada y un tono muscular que dicen: “Miren. Aprendan. No molesten.”
Los looks veraniegos en la portada no son solo moda — son actitud. Adriana lleva siluetas donde no hay espacio para la fragilidad, combinadas con una calma interior que solo llega con la experiencia. Piel luminosa, postura firme, mirada tranquila — una mezcla perfecta de fiera e ícono.
Y no, esto no es el regreso de “la antigua Adriana”. Es una versión mejorada. La 2.0. Una mujer que sabe ser deseada sin necesidad de agradar a todos.
La sesión para Vogue China es una celebración estética del cuerpo, la luz y la seguridad. No hay filtros. Solo énfasis. Texturas pulidas, cortes limpios, acentos de color que no gritan, sino susurran: “mereces lo mejor”.
Aquí no hay “límites de edad”. Solo libertad para verte como quieras — a cualquier edad, bajo cualquier clima y con cualquier pensamiento en la cabeza.
En la entrevista, Lima no se esconde tras respuestas prefabricadas. Habla de la maternidad, la recuperación, los miedos y la importancia de sentirse viva — no solo sobre la pasarela. Su historia no es solo sobre belleza, sino sobre la fuerza de ser una misma. Incluso si ese “una misma” está lejos de lo que exige Instagram.
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