Él está sentado a tu lado. Tú también. Pero parece que hay kilómetros entre ustedes. No hay gritos, no hay peleas. Pero tampoco risas como antes. Sientes que estás agotada. Y una pregunta late en tu cabeza: ¿es el final? ¿O solo una pausa?
Él está sentado a tu lado. Tú también. Pero parece que hay kilómetros entre ustedes. No hay gritos, no hay peleas. Pero tampoco risas como antes. Sientes que estás agotada. Y una pregunta late en tu cabeza: ¿es el final? ¿O solo una pausa?
Enamorarse es un cóctel de hormonas, inspiración y optimismo desenfrenado. Dejamos de notar el despertador, el hambre y las imperfecciones. Pero cuando ese “subidón romántico” se acaba, llega... la realidad. Y no siempre es bonita.
Lo miras y piensas: ¿realmente somos compatibles? ¿O fue solo un bonito episodio? Pero no te apresures a poner punto final. Tal vez no estás cansada de él — estás cansada de las expectativas, del ritmo, del esfuerzo constante por ser la pareja perfecta.
Tu mente necesita descansar. De las emociones, de planear el futuro, del papel de “la mujer ideal” que lo controla todo. A veces solo quieres ser tú misma — en una camiseta vieja, sin sonrisas automáticas.
Hazte esta pregunta: ¿quieres alejarte de él — o simplemente volver a ti?
¿Discuten? Felicidades. Eso significa que son reales. Pero si las discusiones se repiten como un disco rayado, es una señal de que están evitando algo. Hablen. En serio. Sin reproches ni sarcasmos. Adaptarse es parte del camino. No es glamuroso, pero sí auténtico.
Cuando hay más silencio que conversación entre ustedes, es momento de preguntarse: ¿nos conocemos de verdad? ¿Queremos seguir conociéndonos? Porque la verdadera intimidad no es solo física, también es verbal. Sin palabras, todo se vuelve una carcasa bonita pero vacía.
No estás triste por él — estás simplemente triste. Puede ser apatía estacional, estrés, ansiedad. En ese estado, cualquier persona a tu lado puede resultarte molesta. Incluso alguien que te ama profundamente.
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