Cuando las mujeres lucharon por sus derechos, aspiraban a la libertad, las oportunidades y el respeto. Pero algo salió mal. En lugar de igualdad, a menudo vemos una realidad en la que la mujer no solo tiene que ganarse la vida, sino que además sigue ocupándose de todas las tareas del hogar, criando a los hijos sola y enfrentándose a todas las dificultades sin un apoyo real. ¿Esto es igualdad?
Cuando las mujeres lucharon por sus derechos, aspiraban a la libertad, las oportunidades y el respeto. Pero algo salió mal. En lugar de igualdad, a menudo vemos una realidad en la que la mujer no solo tiene que ganarse la vida, sino que además sigue ocupándose de todas las tareas del hogar, criando a los hijos sola y enfrentándose a todas las dificultades sin un apoyo real. ¿Esto es igualdad?
Y cuando las mujeres expresan su frustración, siempre aparece la misma frase: «¿Pero qué esperaban? ¡Esto es lo que querían!» Pero analicemos la cuestión: ¿las mujeres realmente obtuvieron lo que buscaban? ¿O estamos ante otra manipulación bien disfrazada?
Una de las amenazas más comunes que algunos hombres lanzan a las mujeres suena así: «¿Querías independencia? ¡Pues ahora apáñatelas sola!» Pero hay un pequeño detalle que se les escapa: ¡la mayoría de las mujeres ya hacían todo solas! Una mujer deja a un marido que bebía, no trabajaba, no ayudaba con los hijos – y entonces escucha: «Ahora tendrás que arreglártelas sola.» Pero, ¿qué ha cambiado realmente? Ella ya lo hacía antes. Entonces, ¿quién está tratando de asustar a quién?
La verdadera igualdad es cuando los socios comparten las responsabilidades de manera equitativa. Si una mujer ya lo hacía todo sola y después del divorcio sigue haciéndolo, pero sin un hombre que solo le añadía problemas, entonces no es una pérdida de apoyo – es una liberación de una carga innecesaria.
Otro argumento clásico – la eterna discusión sobre quién debe pagar el café. Durante años, se ha debatido sobre por qué las mujeres ahora deberían pagar su cuenta. Pero seamos honestos: el problema no es el dinero. Un hombre que realmente está interesado en una mujer, que quiere demostrarle atención, no va a hacer cálculos minuciosos. Si una relación se reduce a la pregunta «¿Quién debe pagar 3 euros por un capuchino?», entonces el problema es mucho más profundo.
La independencia financiera no significa que una mujer rechace la cortesía. Solo significa que ahora tiene la opción de aceptarla o no. Si un hombre quiere demostrar interés, lo hará. Si prefiere negociar cada céntimo – está en su derecho. Pero esperar gratitud eterna por pagar un café es, cuanto menos, ridículo.
Y, por supuesto, la amenaza final: «¡Entonces nadie querrá casarse!» ¡Genial! Pero el problema es que cada vez más mujeres ya no ven el matrimonio como el objetivo supremo de sus vidas. Una mujer moderna puede construir su carrera, viajar, ser financieramente estable y hacer lo que le gusta – sin necesidad de un marido. Si un hombre no está dispuesto a invertir en una relación, su ausencia no supone ningún problema.
Antes, el matrimonio podía ser una cuestión de supervivencia. Hoy es una elección. Y si alguien cree que la falta de una propuesta de matrimonio va a asustar a una mujer independiente, claramente sigue atrapado en el siglo pasado.
La verdadera igualdad no es cuando una mujer tiene que hacerlo todo sola. Y tampoco es cuando un hombre se niega ostensiblemente a sujetarle el abrigo para demostrar algo. Es cuando ambas partes tienen las mismas oportunidades, pero también están dispuestas a invertir en la relación, apoyarse mutuamente y ser iguales no solo en derechos, sino también en responsabilidades.
Las manipulaciones del tipo «¿Querían igualdad? ¡Aquí la tienen!» no son más que un intento de desviar la atención del verdadero problema con un mito conveniente. Pero si observamos con atención quién está realmente en desventaja en esta situación, queda claro que la mujer independiente no es precisamente la víctima.
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