Todos hemos escuchado o incluso dicho: "¡Eres demasiado exigente!" o "Nadie te sirve".
Todos hemos escuchado o incluso dicho: "¡Eres demasiado exigente!" o "Nadie te sirve". Estas frases suelen venir de familiares y amigos cuando rechazamos insistentemente nuevos encuentros, buscando mil razones para no darle una oportunidad a los posibles compañeros. A veces, incluso lo notamos en nosotros mismos: "Él no bromea como yo quisiera", "Ella no comparte mis intereses", "Él no luce como lo imaginaba".
Sí, tener estándares saludables en las relaciones es importante. Nos ayuda a no conformarnos con menos de lo que merecemos. Pero cuando la exigencia se convierte en una barrera infranqueable, puede dejarnos solas, aunque no lo deseemos.
¿Cómo saber si eres demasiado exigente? Aquí hay algunas señales que te ayudarán a aclararlo.
Hoy en día, muchas personas se enfocan en criterios superficiales como la altura, el ingreso o el estatus social, pensando que esto determina la felicidad en una relación. Sin embargo, es importante recordar que ninguno de estos factores garantiza una verdadera cercanía emocional, apoyo o entendimiento mutuo.
Sí, puede ser agradable que tu pareja tenga un trabajo estable o luzca "perfecto". Pero eso no lo convierte en la persona adecuada que estará a tu lado en momentos difíciles, apoyándote y comprendiendo. Si te concentras demasiado en estos criterios, corres el riesgo de perder cualidades mucho más importantes: amabilidad, paciencia, disposición para escuchar y apoyar. Son estas cualidades las que ayudan a las personas a superar cualquier crisis y seguir siendo cercanas a pesar de las circunstancias externas.
A veces, la excesiva exigencia está directamente relacionada con nuestro ego. Puedes estar buscando una pareja que cumpla con tus ideales en apariencia y carácter, porque de alguna manera eso valida tu autoestima y crea la impresión que deseas en tu círculo social.
Sin embargo, las relaciones basadas en el ego rara vez conducen al verdadero amor. En lugar de desarrollar una conexión genuina y profunda, tales relaciones pueden convertirse en una actuación superficial, donde cada pareja juega un papel sin comprometerse realmente.
Puede que conozcas a alguien atractivo, pero de inmediato empiezas a buscarle defectos. Claro, todos tienen fallos con los que quizás no puedas convivir, como la grosería o la falta de responsabilidad. Pero si rechazas a cada candidato solo porque su estilo de vestir o su forma de hablar no encajan con tus ideales, es una clara señal de que eres demasiado exigente.
Peor aún, si te concentras solo en lo que no te gusta de la otra persona y no ves sus cualidades, eso genera prejuicios que no solo dificultan tu felicidad, sino que también lastiman a quienes están cerca de ti.
Comparar a una nueva persona con tus ex es algo clásico. "Mi ex era mejor" o "Si tan solo él fuera como lo imagino". Pero de esta manera no solo te limitas a nuevas posibilidades, sino que también no le das una oportunidad a la persona real. La idealización del pasado es una de las razones por las que a menudo no notamos a quienes realmente pueden hacernos felices.
A veces, la excesiva exigencia oculta un problema mucho más profundo: el miedo a la cercanía emocional. Temes que todo salga mal, que nuevamente tengas que experimentar el dolor de una relación fallida. Por eso prefieres quedarte sola que arriesgarte a construir algo nuevo.
Es importante entender que no todos los candidatos rechazados son el resultado de sus defectos. A veces, es tu miedo, inseguridad o viejas heridas no curadas lo que te impide abrirte a los demás.
Sales a citas con diferentes personas, pero siempre parece que ninguna cumple con tus expectativas. Esto puede deberse a que eliges el mismo tipo de persona que al final no te gusta, o a que tus estándares son demasiado altos.
Si cada posible pareja te parece "no adecuada", tal vez deberías relajarte un poco y dar una oportunidad a personas que quizás no cumplan con todas tus expectativas, pero que podrían sorprenderte.
Cuando alguien te propone una cita o una conversación, inmediatamente respondes "no" sin pensarlo ni un segundo. Estás convencida de que eso no llevará a nada bueno y que "no perder el tiempo" es la mejor opción. Aunque a veces ese sentimiento de soledad, inseguridad y miedo nos hace rechazar automáticamente todas las propuestas.
Pero es importante entender que, a veces, vale la pena darse una oportunidad y abrir un poco el corazón. Hay momentos en los que no ves lo valioso que puede ser incluso el encuentro más simple y natural.
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